CAPÍTULO 1


Ammarón da instrucciones a Mormón concernientes a los anales sagrados—Comienza la guerra entre los nefitas y los lamanitas—Se retira a los Tres Nefitas—Prevalecen la iniquidad, la incredulidad, los sortilegios y las hechicerías. Aproximadamente 321—326 d.C.

1 Y ahora yo, aMormón, hago una brelación de las cosas que he visto y oído; y la llamo el Libro de Mormón.

2 Y más o menos en la época en que aAmmarón ocultó los anales para los fines del Señor, vino a mí (tendría yo unos diez años de edad, y empezaba a badquirir alguna instrucción en la ciencia de mi pueblo), y me dijo Ammarón: Veo que eres un niño serio, y presto para observar;

3 por lo tanto, cuando tengas unos veinticuatro años de edad, quisiera que recordaras las cosas que hayas observado concernientes a este pueblo, y cuando llegues a esa edad, ve a la tierra de Antum, a una colina que se llamará aShim; y allí he depositado para los fines del Señor todos los santos grabados concernientes a este pueblo.

4 Y he aquí, tomarás contigo las aplanchas de Nefi, y las demás las dejarás en el lugar donde se hallan; y sobre las planchas de Nefi grabarás todas las cosas que hayas observado concernientes a este pueblo.

5 Y yo, Mormón, siendo descendiente de aNefi (y el nombre de mi padre era Mormón), recordé las cosas que Ammarón me mandó.

6 Y sucedió que teniendo yo once años de edad, mi padre me llevó a la tierra del sur, sí, hasta la tierra de Zarahemla.

7 Toda la superficie de la tierra había quedado cubierta de edificios, y los habitantes eran casi tan numerosos como las arenas del mar.

8 Y sucedió que en este año empezó a haber una guerra entre los nefitas, que se componían de los nefitas, y los jacobitas, y los josefitas y los zoramitas; y esta guerra fue entre los nefitas, y los lamanitas, los lemuelitas y los ismaelitas.

9 Ahora bien, los lamanitas, lemuelitas e ismaelitas se llamaban lamanitas; y los dos partidos eran los nefitas y los lamanitas.

10 Y aconteció que empezó la guerra entre ellos en las fronteras de Zarahemla, junto a las aguas de Sidón.

11 Y sucedió que los nefitas habían reunido un número muy crecido de hombres, que pasaba aun de treinta mil. Y acaeció que en este mismo año hubo un número de batallas, en las cuales los nefitas derrotaron a los lamanitas y mataron a muchos de ellos.

12 Y ocurrió que los lamanitas abandonaron su propósito, y hubo paz en la tierra; y duró la paz por el término de unos cuatro años, de modo que no hubo efusión de sangre.

13 Pero prevaleció la maldad sobre la faz de toda la tierra, de manera que el Señor retiró a sus aamados discípulos, y cesó la obra de milagros y sanidades debido a la iniquidad del pueblo.

14 Y no hubo adones del Señor, y el bEspíritu Santo no descendió sobre ninguno, por causa de su iniquidad e cincredulidad.

15 Y habiendo llegado yo a la edad de quince años, y siendo de carácter algo serio, por tanto, me visitó el Señor, y probé y conocí la bondad de Jesús.

16 E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara; pues he aquí, se habían arebelado intencionalmente contra su Dios; y los amados discípulos fueron bretirados de la tierra, a causa de la iniquidad del pueblo.

17 Mas yo permanecí entre ellos, pero me fue prohibido que les predicara por motivo de la dureza de sus corazones; y debido a la dureza de sus corazones, la tierra fue amaldecida por causa de ellos.

18 Y estos ladrones de Gadiantón, que se hallaban entre los lamanitas, infestaban la tierra, a tal grado que los habitantes empezaron a ocultar sus atesoros en la tierra; y se hicieron deleznables, porque el Señor había maldecido la tierra, de tal manera que no podían conservarlos ni recuperarlos.

19 Y aconteció que hubo sortilegios, y hechicerías, y encantamientos; y el poder del maligno se extendió por toda la faz de la tierra, hasta cumplirse todas las palabras de Abinadí y también de Samuel el Lamanita.


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CAPÍTULO 2


Mormón encabeza los ejércitos de los nefitas—Hay sangre y mortandad por la faz de la tierra—Los nefitas se quejan y se lamentan con la aflicción de los condenados—Su día de gracia ha pasado—Mormón obtiene las planchas de Nefi—Continúan las guerras. Aproximadamente 327—350 d.C.
1 Y sucedió que en ese mismo año empezó de nuevo a haber guerra entre los nefitas y los lamanitas. Y a pesar de mi juventud, yo era de grande estatura; por tanto, el pueblo de Nefi me nombró para que fuese su caudillo, o sea, el caudillo de sus ejércitos.
2 Aconteció, pues, que a los dieciséis años de edad salí contra los lamanitas a la cabeza de un ejército nefita; de modo que ya habían transcurrido trescientos veintiséis años.
3 Y ocurrió que en el año trescientos veintisiete, los lamanitas vinieron contra nosotros con una fuerza sumamente grande, al grado de que llenaron de temor a mis ejércitos; de modo que no quisieron luchar, y empezaron a retroceder hacia los países del norte.
4 Y sucedió que llegamos a la ciudad de Angola, y tomamos posesión de la ciudad, e hicimos los preparativos para defendernos de los lamanitas. Y aconteció que fortificamos la ciudad con nuestra fuerza; pero a pesar de todas nuestras fortificaciones, los lamanitas vinieron sobre nosotros y nos echaron de la ciudad.
5 Y también nos arrojaron de la tierra de David.
6 Y emprendimos la marcha y llegamos a la tierra de Josué, que se hallaba en las fronteras del oeste cerca del mar.
7 Y aconteció que reunimos a nuestro pueblo con toda la rapidez posible, para concentrarlo en un solo grupo.
8 Pero he aquí, la tierra estaba llena de ladrones y lamanitas; y no obstante la gran destrucción que se cernía sobre los de mi pueblo, no se arrepintieron de sus iniquidades; de modo que hubo sangre y mortandad por toda la faz de la tierra, así entre los nefitas como entre los lamanitas; y por toda la superficie de la tierra había una revolución completa.
9 Y los lamanitas tenían un rey, y se llamaba Aarón; y vino contra nosotros con un ejército de cuarenta y cuatro mil. Y he aquí, yo le hice frente con cuarenta y dos mil. Y aconteció que lo derroté con mi ejército, de modo que huyó delante de mí. Y he aquí, ocurrió todo esto, y habían pasado ya trescientos treinta años.
10 Y sucedió que los nefitas empezaron a arrepentirse de su iniquidad, y a llorar tal como lo había profetizado el profeta Samuel; porque he aquí, nadie podía conservar lo que era suyo, por motivo de los ladrones, y los bandidos, y los asesinos, y las artes mágicas, y las brujerías que había en la tierra.
11 De modo que empezó a haber quejidos y lamentaciones en toda la tierra a causa de estas cosas; y con más particularidad entre el pueblo de Nefi.
12 Y sucedió que cuando yo, Mormón, vi sus lamentos, y sus quejidos, y su pesar delante del Señor, mi corazón empezó a regocijarse dentro de mí, conociendo las misericordias y la longanimidad del Señor, suponiendo, por tanto, que él sería misericordioso con ellos para que se tornaran de nuevo en un pueblo justo.
13 Pero he aquí, fue en vano este gozo mío, porque su aaflicción no era para arrepentimiento, por motivo de la bondad de Dios, sino que era más bien el pesar de los bcondenados, porque el Señor no siempre iba a permitirles que hallasen cfelicidad en el pecado.
14 Y no venían a Jesús con acorazones quebrantados y espíritus contritos, antes bien, bmaldecían a Dios, y deseaban morir. No obstante, luchaban con la espada por sus vidas.
15 Y aconteció que mi aflicción nuevamente volvió a mí, y vi que el adía de bgracia chabía pasado para ellos, tanto temporal como espiritualmente; porque vi que miles de ellos eran talados en rebelión manifiesta contra su Dios, y amontonados como estiércol sobre la superficie de la tierra. Y así habían pasado trescientos cuarenta y cuatro años.
16 Y ocurrió que en el año trescientos cuarenta y cinco, los nefitas empezaron a huir delante de los lamanitas; y fueron perseguidos aun hasta que llegaron a la tierra de Jasón antes que fuera posible detenerlos en su retirada.
17 Y la ciudad de Jasón se hallaba situada no lejos de la atierra donde Ammarón había depositado los anales para los fines del Señor, con objeto de que no fuesen destruidos. Y he aquí, yo había ido, de acuerdo con la palabra de Ammarón, y tomado las planchas de Nefi, y preparé una historia según sus palabras.
18 Y sobre las planchas de Nefi hice una relación completa de todas las iniquidades y abominaciones; mas sobre estas aplanchas me abstuve de hacer un relato completo de sus iniquidades y sus abominaciones; porque he aquí, desde que he sido capaz de observar las vías de los hombres, ha estado delante de mis ojos una escena continua de maldades y abominaciones.
19 Y ¡ay de mí por causa de sus iniquidades; porque mi corazón se ha visto lleno de pesar por razón de sus maldades, todos mis días! No obstante, sé que yo seré aenaltecido en el postrer día.
20 Y sucedió que en este año, el pueblo de Nefi otra vez fue perseguido y echado. Y aconteció que fuimos acosados hasta que hubimos llegado al norte, a la tierra que se llamaba Shem.
21 Y ocurrió que fortificamos la ciudad de Shem, y recogimos a cuantos nos fue posible de nuestro pueblo para que tal vez los libráramos de la destrucción.
22 Y aconteció que en el año trescientos cuarenta y seis, los lamanitas empezaron a acometernos otra vez.
23 Y aconteció que hablé a los de mi pueblo, y los exhorté con mucha energía, para que resistieran valientemente frente a los lamanitas, y alucharan por sus mujeres, y sus hijos, y sus casas, y sus hogares.
24 Y mis palabras los impulsaron un tanto a tener vigor, al grado de que no huyeron de los lamanitas, sino que los resistieron osadamente.
25 Y ocurrió que con un ejército de treinta mil hombres, combatimos contra una fuerza de cincuenta mil; y sucedió que los resistimos con tal firmeza que huyeron delante de nosotros.
26 Y aconteció que cuando huyeron, los perseguimos con nuestros ejércitos, y de nuevo tuvimos un encuentro con ellos y los derrotamos. No obstante, la fuerza del Señor no estaba con nosotros; sí, nos vimos abandonados a tal grado que el Espíritu del Señor no moraba en nosotros; por tanto, nos habíamos vuelto débiles como nuestros hermanos.
27 Y se afligió mi corazón por motivo de esta gran calamidad de mi pueblo, causada por su iniquidad y sus abominaciones. Mas he aquí, avanzamos contra los lamanitas y los ladrones de Gadiantón, hasta que de nuevo tomamos posesión de las tierras de nuestra herencia.
28 Y había pasado el año trescientos cuarenta y nueve. Y en el año trescientos cincuenta concertamos un tratado con los lamanitas y los ladrones de Gadiantón, mediante el cual quedaron divididas las tierras de nuestra herencia.
29 Y los lamanitas nos cedieron la región del norte, sí, hasta el aestrecho pasaje que conducía a la región del sur; y nosotros dimos a los lamanitas toda la tierra del sur.
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CAPÍTULO 3


Mormón proclama el arrepentimiento a los nefitas—Logran una gran victoria y se jactan de su propia fuerza—Mormón se niega a dirigirlos, y sus oraciones por ellos carecen de fe—El Libro de Mormón invita a las doce tribus de Israel a creer en el evangelio. Aproximadamente 360—362 d.C.
1 Y sucedió que los lamanitas no volvieron de nuevo a la batalla sino hasta después de haber transcurrido diez años más. Y he aquí, yo había ocupado a mi pueblo, los nefitas, en preparar sus tierras y sus armas para el día de la batalla.
2 Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentíos, y venid a mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi iglesia, y seréis preservados.
3 Y amonesté a este pueblo, pero fue en vano; y no comprendieron que era el Señor el que los había librado, y les había concedido una oportunidad para arrepentirse. Y he aquí, endurecieron sus corazones contra el Señor su Dios.
4 Y aconteció que después de haber pasado este décimo año, haciendo, en total, trescientos sesenta años desde la venida de Cristo, el rey de los lamanitas me envió una epístola en la que me hizo saber que se estaban preparando para venir de nuevo a la batalla contra nosotros.
5 Y sucedió que hice que mi pueblo se congregara en la tierra de Desolación, en una ciudad que se hallaba en las fronteras, cerca del pasaje estrecho que conducía a la tierra del sur.
6 Y allí situamos a nuestros ejércitos para detener los ejércitos de los lamanitas, para que no se apoderaran de ninguna de nuestras tierras; por tanto, nos fortificamos contra ellos con toda nuestra fuerza.
7 Y aconteció que en el año trescientos sesenta y uno, los lamanitas llegaron a la ciudad de Desolación para luchar contra nosotros; y sucedió que los derrotamos ese año, de manera que se volvieron a sus propias tierras.
8 Y en el año trescientos sesenta y dos, volvieron otra vez a la batalla; y de nuevo los derrotamos, y matamos a un gran número de ellos, y sus muertos fueron arrojados al mar.
9 Ahora bien, por motivo de esta cosa notable que mi pueblo, los nefitas, había logrado, empezaron a ajactarse de su propia fuerza, y comenzaron a jurar ante los cielos que vengarían la sangre de sus hermanos que habían sido muertos por sus enemigos.
10 Y juraron por los cielos, y también por el trono de Dios, que airían a la batalla contra sus enemigos, y los talarían de sobre la faz de la tierra.
11 Y sucedió que desde esa ocasión yo, Mormón, me negué por completo a ser comandante y caudillo de este pueblo, a causa de su iniquidad y sus abominaciones.
12 He aquí, yo los había dirigido; a pesar de sus iniquidades, muchas veces los había dirigido a la batalla; y los había amado con todo mi corazón, de acuerdo con el aamor de Dios que había en mí; y todo el día se había derramado mi alma en oración a Dios a favor de ellos; sin embargo, fue bsin fe, debido a la dureza de sus corazones.
13 Y tres veces los he librado de las manos de sus enemigos, y no se han arrepentido de sus pecados.
14 Y cuando hubieron jurado por todo lo que nuestro Señor y Salvador Jesucristo les había aprohibido, que irían contra sus enemigos para combatir y vengar la sangre de sus hermanos, he aquí, la voz del Señor vino a mí, diciendo:
15 Mía es la avenganza, y yo bpagaré; y porque este pueblo no se arrepintió después que lo hube librado, he aquí, será destruido de sobre la faz de la tierra.
16 Y sucedió que terminantemente me negué a marchar contra mis enemigos, e hice lo que el Señor me había mandado; y fui testigo pasivo para manifestar al mundo las cosas que yo vi y oí, según las manifestaciones del Espíritu que había dado testimonio de cosas venideras.
17 Por tanto, os escribo aa vosotros, gentiles, y también a vosotros, casa de Israel, que cuando comience la obra, os halléis a punto de prepararos para volver a la tierra de vuestra herencia;
18 sí, he aquí, escribo a todos los extremos de la tierra; sí, a vosotras, doce tribus de Israel, que seréis ajuzgadas según vuestras obras por los doce que Jesús escogió en la tierra de Jerusalén para que fuesen sus discípulos.
19 Y escribo también al resto de este pueblo, que igualmente será juzgado por los adoce que Jesús escogió en esta tierra; y éstos serán juzgados por los otros doce que Jesús escogió en la tierra de Jerusalén.
20 Y el Espíritu me manifiesta estas cosas; por lo tanto, os escribo a todos vosotros. Y por esta razón os escribo, para que sepáis que todos tendréis que comparecer ante el atribunal de Cristo, sí, toda alma que pertenece a toda la bfamilia humana de Adán; y debéis presentaros para ser juzgados por vuestras obras, ya sean buenas o malas;
21 y también para que acreáis en el evangelio de Jesucristo que tendréis entre vosotros; y también para que los bjudíos, el pueblo del convenio del Señor, tengan otro ctestamento, aparte de aquel a quien vieron y oyeron, de que Jesús, a quien mataron, era el dverdadero Cristo y el verdadero Dios.
22 Y si tan sólo pudiera persuadiros a atodos vosotros, extremos de la tierra, a que os arrepintieseis y os preparaseis para comparecer ante el tribunal de Cristo.
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CAPÍTULO 4


Continúan la guerra y las matanzas—Los inicuos castigan a los inicuos—Jamás había habido una iniquidad mayor entre toda la casa de Israel—Se ofrecen mujeres y niños en sacrificio a los ídolos—Los lamanitas empiezan a ahuyentar a los nefitas delante de ellos. Aproximadamente 363—375 d.C.
1 Y aconteció que en el año trescientos sesenta y tres, los nefitas salieron de la tierra de Desolación con sus ejércitos para combatir a los lamanitas.
2 Y aconteció que los ejércitos de los nefitas fueron rechazados hasta la tierra de Desolación; y mientras todavía se hallaban cansados, cayó sobre ellos una nueva tropa de lamanitas; y hubo una recia batalla, al grado de que los lamanitas se posesionaron de la ciudad de Desolación, y mataron a muchos de los nefitas, y tomaron un gran número de prisioneros.
3 Y el resto huyó y se incorporó a los habitantes de la ciudad de Teáncum; y ésta se hallaba situada en la frontera, por la costa del mar, y también estaba próxima a la ciudad de Desolación.
4 Y fue aporque los ejércitos de los nefitas acometieron a los lamanitas, que empezaron a ser destruidos; pues de no haber sido por eso, los lamanitas no los habrían vencido.
5 Pero he aquí, los castigos de Dios sobrevendrán a los inicuos; y es por los inicuos que los inicuos son acastigados; porque son ellos los que incitan el corazón de los hijos de los hombres a derramar sangre.
6 Y sucedió que los lamanitas hicieron preparativos para avanzar contra la ciudad de Teáncum.
7 Y ocurrió que en el año trescientos sesenta y cuatro los lamanitas avanzaron contra la ciudad de Teáncum, con objeto de apoderarse de ella también.
8 Y aconteció que los nefitas los rechazaron y los hicieron huir. Y cuando los nefitas vieron que habían hecho huir a los lamanitas, se jactaron otra vez de su fuerza; y salieron confiados en su propio poder, y nuevamente tomaron la ciudad de Desolación.
9 Y todas estas cosas habían acontecido, y perecieron miles de ambas partes, tanto entre los nefitas como entre los lamanitas.
10 Y sucedió que ya había pasado el año trescientos sesenta y seis, y vinieron otra vez los lamanitas a la batalla contra los nefitas; y sin embargo, los nefitas no se arrepentían de lo malo que habían cometido, sino que persistían continuamente en su iniquidad.
11 Y es imposible que la lengua relate, o que el hombre escriba una descripción completa de la horrible escena de sangre y mortandad que existía entre el pueblo, así nefitas como lamanitas; y todo corazón se había endurecido, de modo que se deleitaban en derramar sangre continuamente.
12 Y jamás había habido tan grande ainiquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aun entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo.
13 Y sucedió que los lamanitas se apoderaron de la ciudad de Desolación, y fue porque su anúmero excedía al de los nefitas.
14 Y también marcharon contra la ciudad de Teáncum, y arrojaron de ella a sus habitantes, y tomaron muchos prisioneros, tanto mujeres como niños, y los ofrecieron como sacrificio a sus aídolos.
15 Y en el año trescientos sesenta y siete aconteció que los nefitas, furiosos porque los lamanitas habían sacrificado a sus mujeres y a sus hijos, marcharon contra los lamanitas, poseídos de una ira sumamente grande, de manera que nuevamente vencieron a los lamanitas y los echaron fuera de sus tierras.
16 Y los lamanitas no volvieron contra los nefitas sino hasta el año trescientos setenta y cinco.
17 Y en este año cayeron sobre los nefitas con todas sus fuerzas; y no fueron contados a causa de su inmenso número.
18 Y adesde esa ocasión no volvieron los nefitas a aventajar a los lamanitas, sino que empezaron a ser arrasados por ellos, así como el rocío ante el sol.
19 Y aconteció que los lamanitas cayeron sobre la ciudad de Desolación; y se libró una batalla sumamente violenta en la tierra de Desolación, en la cual vencieron a los nefitas.
20 Y huyeron nuevamente delante de los lamanitas, y llegaron a la ciudad de Boaz; y allí hicieron frente a los lamanitas con extraordinario valor, al grado de que los lamanitas no los vencieron sino hasta que vinieron sobre ellos por segunda vez.
21 Y cuando los acometieron por segunda vez, los nefitas fueron rechazados y destrozados con una mortandad grande en extremo; y sus mujeres y sus hijos de nuevo fueron sacrificados a los ídolos.
22 Y sucedió que los nefitas huyeron de ellos otra vez, llevando consigo a todos los habitantes, tanto de las ciudades como de las aldeas.
23 Y ahora bien, yo, Mormón, viendo que los lamanitas estaban a punto de subyugar la tierra, fui, por consiguiente, a la colina de aShim, y recogí todos los anales que Ammarón había escondido para los fines del Señor.
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CAPÍTULO 5


Mormón nuevamente dirige a los ejércitos nefitas en cruentas batallas de terrible mortandad—El Libro de Mormón aparecerá para convencer a todo Israel de que Jesús es el Cristo—Por motivo de su incredulidad, los lamanitas serán dispersados, y el Espíritu dejará de luchar con ellos—En los últimos días, recibirán el evangelio de parte de los gentiles. Aproximadamente 375—384 d.C.
1 Y aconteció que fui entre los nefitas, y me arrepentí del ajuramento que había hecho de que nunca más volvería a ayudarles; y otra vez me dieron el mando de sus ejércitos, pues me veían como si yo pudiera librarlos de sus aflicciones.
2 Pero he aquí, yo no abrigaba aninguna esperanza, porque conocía los juicios del Señor que habrían de venir sobre ellos; porque no se arrepentían de sus iniquidades, sino que luchaban por sus vidas sin invocar a aquel Ser que los creó.
3 Y aconteció que los lamanitas vinieron contra nosotros luego que hubimos huido a la ciudad de Jordán; pero he aquí, fueron rechazados, de modo que no tomaron la ciudad en esa ocasión.
4 Y aconteció que vinieron otra vez contra nosotros, y retuvimos la ciudad. Y había otras ciudades que los nefitas retenían, plazas fuertes que les impedían el paso, de modo que no podían penetrar en el país que se hallaba ante nosotros, para destruir a los habitantes de nuestra tierra.
5 Y ocurrió que aquellas tierras que habíamos dejado atrás, cuyos habitantes no fueron recogidos, los lamanitas las destruyeron; y sus pueblos, y aldeas, y ciudades fueron quemados con fuego; y así pasaron trescientos setenta y nueve años.
6 Y sucedió que en el año trescientos ochenta, los lamanitas vinieron a la batalla contra nosotros otra vez, y les hicimos frente con valor; pero todo fue en vano, porque eran tan grandes sus números que hollaron al pueblo nefita bajo sus pies.
7 Y ocurrió que nuevamente huimos, y aquellos cuya huida fue más veloz que la marcha de los lamanitas se libraron, y aquellos cuya huida no superó a los lamanitas fueron derribados y destruidos.
8 Y he aquí que yo, Mormón, no deseo atormentar las almas de los hombres, pintándoles tan terrible escena de sangre y mortandad que se presentó ante mis ojos; pero, sabiendo yo que estas cosas ciertamente se darán a conocer, y que toda cosa que está oculta será arevelada desde los techos de las casas,
9 y además, que el conocimiento de estas cosas debe allegar al resto de este pueblo, y también a los gentiles que el Señor ha dicho que bdispersarán a este pueblo, y lo considerarán como nada entre ellos, escribo, por lo tanto, un cbreve compendio, no atreviéndome a dar cuenta completa de las cosas que he visto, por motivo del mandamiento que he recibido, y también para que no os aflijáis demasiado por la iniquidad de este pueblo.
10 Y ahora bien, he aquí, declaro esto a su posteridad y también a los gentiles que se preocupan por la casa de Israel, que comprenden y saben de dónde vienen sus bendiciones.
11 Porque sé que ellos sentirán pesar por la calamidad de la casa de Israel; sí, se afligirán por la destrucción de este pueblo; se lamentarán de que este pueblo no se hubiera arrepentido para ser recibido en los brazos de Jesús.
12 Y se escriben aestas cosas para el bresto de la casa de Jacob; y se escriben de esta manera porque Dios sabe que la iniquidad no se las manifestará a ellos; y se cocultarán para los propósitos del Señor, a fin de que aparezcan en su debido tiempo.
13 Y éste es el mandamiento que he recibido; y he aquí, aparecerán según el mandamiento del Señor, cuando él, en su sabiduría, lo juzgue prudente.
14 Y he aquí, irán a los incrédulos entre los ajudíos; e irán con este fin: que sean bconvencidos de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente; para que el Padre realice, por medio de su muy Amado, su grande y eterno propósito de restaurar a los judíos, o sea, a toda la casa de Israel, a la tierra de su herencia, que el Señor su Dios les ha dado, para el cumplimiento de su cconvenio;
15 y también para que la posteridad de aeste pueblo crea más plenamente su evangelio, el cual birá de los gentiles a ellos; porque este pueblo será cdispersado, y dllegará a ser una gente de color obscuro, inmunda y repulsiva, sobrepujando a la descripción de cuanto se haya visto entre nosotros; sí, y aun lo que haya habido entre los lamanitas; y esto a causa de su incredulidad y su idolatría.
16 Pues he aquí, el Espíritu del Señor ya ha dejado de aluchar con sus padres; y están sin Cristo y sin Dios en el mundo; y son echados de un lado para otro como bpaja que se lleva el viento.
17 En un tiempo fueron un pueblo deleitable; y tuvieron a Cristo por apastor suyo; sí, Dios el Padre los guiaba.
18 Mas ahora, he aquí que Satanás los alleva, tal como tamo que se lleva el viento, o como el barco que, sin velas ni ancla, ni cosa alguna con qué dirigirlo, es azotado por las olas; y así como la nave son ellos.
19 Y he aquí, el Señor ha reservado sus bendiciones, que ellos pudieron haber recibido en la tierra, para los agentiles que poseerán la tierra.
20 Mas he aquí, sucederá que los gentiles los perseguirán y esparcirán; y después que hayan sido perseguidos y esparcidos por los gentiles, he aquí, entonces el Señor se aacordará del bconvenio que hizo con Abraham y con toda la casa de Israel.
21 Y el Señor también recordará las aoraciones de los justos, las cuales se han dirigido a él a favor de ellos.
22 Y entonces, oh gentiles, ¿cómo podréis hallaros ante el poder de Dios sin que os arrepintáis y os volváis de vuestros inicuos caminos?
23 ¿No sabéis que estáis en las manos de Dios? ¿No sabéis que él tiene todo poder, y que por su gran amandato la tierra se bplegará como un rollo?
24 Por tanto, arrepentíos y humillaos ante él, no sea que se levante en justicia contra vosotros; no sea que un resto de la posteridad de Jacob vaya entre vosotros como aleón, y os despedace, y no haya nadie para librar.
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CAPÍTULO 6


Los nefitas se reúnen en la tierra de Cumorah para las batallas finales—Mormón esconde los anales sagrados en el cerro de Cumorah—Los lamanitas triunfan, y la nación nefita es destruida—Centenas de millares de personas perecen por la espada. Aproximadamente 385 d.C.
1 Y ahora concluyo mi relato concerniente a la adestrucción de mi pueblo, los nefitas. Y sucedió que marchamos delante de los lamanitas.
2 Y yo, Mormón, escribí una epístola al rey de los lamanitas, y le pedí que nos permitiera juntar a nuestro pueblo en la atierra de Cumorah, en las inmediaciones de un cerro llamado Cumorah, y allí les presentáramos la batalla.
3 Y sucedió que el rey de los lamanitas me concedió aquello que había solicitado.
4 Y ocurrió que emprendimos la marcha a la tierra de Cumorah, y plantamos nuestras tiendas en derredor del cerro de Cumorah; y se hallaba en una región de muchas aguas, ríos y fuentes; y aquí esperábamos obtener ventaja sobre los lamanitas.
5 Y cuando habían transcurrido trescientos ochenta y cuatro años, nosotros habíamos recogido a todo el resto de nuestro pueblo en la tierra de Cumorah.
6 Y ocurrió que cuando hubimos reunido en uno a todo nuestro pueblo en la tierra de Cumorah, he aquí que yo, Mormón, empezaba a envejecer; y sabiendo que iba a ser la última lucha de mi pueblo, y habiéndome mandado el Señor que no permitiera que los sagrados anales transmitidos por nuestros padres cayesen en manos de los lamanitas (porque los lamanitas los destruirían), hice, por tanto, aesta relación de las planchas de Nefi, y bescondí en el cerro de Cumorah todos los anales que se me habían confiado por la mano del Señor, con excepción de cestas pocas planchas que entregué a mi hijo dMoroni.
7 Y sucedió que mi pueblo, con sus esposas y sus hijos, vieron a los aejércitos de los lamanitas que marchaban hacia ellos; y con ese horrible temor a la muerte que llena el pecho de todos los inicuos, esperaron que llegaran.
8 Y aconteció que vinieron a la batalla contra nosotros, y toda alma se llenó de espanto a causa de la inmensidad de sus números.
9 Y sucedió que cayeron sobre mi pueblo con la espada, y con el arco, y con la flecha, y con el hacha, y con toda clase de armas de guerra.
10 Y ocurrió que talaron a mis hombres, sí, a los diez mil que se hallaban conmigo, y yo caí herido en medio de ellos; y pasaron de largo por donde yo estaba, de modo que no acabaron con mi vida.
11 Y cuando hubieron pasado por en medio y derribado a atodos los de mi pueblo, salvo a veinticuatro de nosotros (entre los cuales se hallaba mi hijo Moroni), y habiendo sobrevivido nosotros a los que murieron de nuestro pueblo, a la mañana siguiente, después que los lamanitas hubieron vuelto a sus campamentos, vimos, desde la cima del cerro de Cumorah, a los diez mil de mi pueblo que fueron talados, al frente de los cuales había estado yo.
12 Y también vimos a los diez mil de mi pueblo que había acaudillado mi hijo Moroni.
13 Y he aquí, los diez mil de Gidgiddona habían caído, y él en medio de ellos.
14 Y había caído Lámah con sus diez mil; y Gilgal había caído con sus diez mil; y Límhah había caído con sus diez mil; y Jeneum había caído con sus diez mil; y habían caído Cumeníah, y Moroníah, y Antiónum, y Shiblom, y Shem, y Josh, cada uno con sus diez mil.
15 Y sucedió que hubo diez más que cayeron por la espada, cada uno con sus diez mil, sí, había caído atodo mi pueblo, salvo los veinticuatro que estaban conmigo, y también unos pocos que se habían escapado a los países del sur, y otros pocos que se habían pasado a los lamanitas; y su carne, y sus huesos, y su sangre yacen sobre la faz de la tierra, habiéndolos abandonado las manos de los que los mataron, para descomponerse en el suelo, y para deshacerse y regresar a su madre tierra.
16 Y mi alma se partió de angustia a causa de los de mi pueblo que habían muerto, y exclamé:
17 ¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis apartaros de las vías del Señor! ¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis rechazar a ese Jesús que esperaba con los brazos abiertos para recibiros!
18 He aquí, si no hubieseis hecho esto, no habríais caído. Mas he aquí, habéis caído, y lloro vuestra pérdida.
19 ¡Oh bellos hijos e hijas, vosotros, padres y madres, vosotros, esposos y esposas, pueblo bello, cómo pudisteis haber caído!
20 Pero he aquí, habéis desaparecido, y mi dolor no puede haceros volver.
21 Y pronto viene el día en que vuestra parte mortal se revestirá de inmortalidad, y estos cuerpos que hoy se descomponen en corrupción, pronto se transformarán en aincorruptibles; y entonces tendréis que presentaros ante el tribunal de Cristo para ser juzgados según vuestras obras; y si tal fuere que sois justos, entonces benditos sois con vuestros padres que os han precedido.
22 ¡Oh, si os hubieseis arrepentido antes que cayera sobre vosotros esta grande destrucción! Mas he aquí, habéis desaparecido, y el Padre, sí, el Padre Eterno del cielo, conoce vuestro estado; y él obra con vosotros de acuerdo con su ajusticia y bmisericordia.
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CAPÍTULO 7


Mormón invita a los lamanitas de los postreros días a creer en Cristo, aceptar su evangelio y ser salvos—Todos los que crean en la Biblia creerán también en el Libro de Mormón. Aproximadamente 385 d.C.
1 Y ahora bien, he aquí, quisiera hablar un poco al aresto de este pueblo que ha sido preservado, si es que Dios les concede mis palabras, para que sepan acerca de las cosas de sus padres; sí, os hablo a vosotros, un resto de la casa de Israel, y éstas son las palabras que yo hablo:
2 Sabed que sois de la acasa de Israel.
3 Sabed que debéis llegar hasta el arrepentimiento, o no podéis ser salvos.
4 Sabed que debéis abandonar vuestras armas de guerra; y no deleitaros más en el derramamiento de sangre, y no volver a tomarlas, salvo que Dios os lo mande.
5 Sabed que debéis llegar al aconocimiento de vuestros padres, y a arrepentiros de todos vuestros pecados e iniquidades, y bcreer en Jesucristo, que él es el Hijo de Dios, y que los judíos lo mataron, y que por el poder del Padre ha resucitado, con lo cual ha logrado la cvictoria sobre la tumba; y en él también es consumido el aguijón de la muerte.
6 Y él lleva a efecto la aresurrección de los muertos, mediante la cual los hombres resucitarán para presentarse ante su btribunal.
7 Y él ha efectuado la aredención del mundo, por lo cual a aquel que en el día del juicio sea hallado binocente ante él, le será concedido cmorar en la presencia de Dios, en su reino, para cantar alabanzas eternas con los dcoros celestes, al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, que son eun Dios, en un estado de ffelicidad que no tiene fin.
8 Por tanto, arrepentíos y sed bautizados en el nombre de Jesús, y asíos al aevangelio de Cristo, que no sólo en estos anales os será presentado, sino también en los banales que llegarán cde los judíos a los gentiles, anales que vendrán de los gentiles da vosotros.
9 Porque he aquí, se escriben aéstos con el fin de que bcreáis en aquéllos; y si creéis en aquéllos, también creeréis en éstos; y si creéis en éstos, sabréis concerniente a vuestros padres, y también las obras maravillosas que se efectuaron entre ellos por el poder de Dios.
10 Y sabréis también que sois un resto de la descendencia de Jacob; por tanto, sois contados entre los del pueblo del primer convenio; y si es que creéis en Cristo, y sois bautizados, primero en el agua, y después con fuego y con el Espíritu Santo, siguiendo el aejemplo de nuestro Salvador, de conformidad con lo que él nos ha mandado, entonces os irá bien en el día del juicio. Amén.
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CAPÍTULO 8


Los lamanitas persiguen y destruyen a los nefitas—El Libro de Mormón aparecerá por el poder de Dios—Se declaran calamidades sobre los que respiren ira y contiendas contra la obra del Señor—La historia nefita aparecerá en una época de iniquidad, degeneración y apostasía. Aproximadamente 400—421 d.C.

1 He aquí que yo, aMoroni, doy fin al bregistro de mi padre Mormón. He aquí, no tengo sino pocas cosas que escribir, cosas que mi padre me ha mandado.

2 Sucedió, pues, que tras la agrande y tremenda batalla en Cumorah, he aquí, los blamanitas persiguieron a los nefitas que se habían escapado a las tierras del sur, hasta que todos fueron destruidos.

3 Y mi padre también murió a manos de ellos, y yo quedo asolo para escribir el triste relato de la destrucción de mi pueblo. Mas he aquí, han desaparecido, y yo cumplo el mandamiento de mi padre. Y no sé si me matarán o no.

4 Por tanto, escribiré y esconderé los anales en la tierra; y no importa a dónde yo vaya.

5 He aquí, mi padre ha preparado aestos anales, y ha escrito el objeto de ellos. Y he aquí, yo también lo escribiría, si tuviera espacio en las bplanchas; pero no lo tengo, y mineral no tengo, porque me hallo solo. Mi padre ha sido muerto en la batalla, y todos mis parientes, y no tengo amigos ni adónde ir; y cuánto tiempo el Señor permitirá que yo viva, no lo sé.

6 He aquí, han pasado acuatrocientos años desde la venida de nuestro Señor y Salvador.

7 Y he aquí, los lamanitas han perseguido a mi pueblo, los nefitas, de ciudad en ciudad y de lugar en lugar, hasta que no existen ya; y grande ha sido su acaída; sí, grande y asombrosa es la destrucción de mi pueblo, los nefitas.

8 Y he aquí, es la mano del Señor lo que lo ha hecho. Y he aquí, también los lamanitas están en aguerra unos contra otros; y toda la superficie de esta tierra es un ciclo continuo de asesinatos y de derramamiento de sangre; y nadie sabe el fin de la guerra.

9 Y he aquí, no digo más de ellos, porque ya no hay sino lamanitas y aladrones que existen sobre la faz de la tierra.

10 Y no hay quien conozca al verdadero Dios salvo los adiscípulos de Jesús, quienes permanecieron en la tierra hasta que la iniquidad de la gente fue tan grande que el Señor no les permitió bpermanecer con el pueblo; y nadie sabe si están o no sobre la faz de la tierra.

11 Mas he aquí, mi apadre y yo los hemos visto, y ellos nos han ministrado.

12 Y quien reciba esta historia, y no la condene por las imperfecciones que haya en ella, tal persona sabrá de cosas amayores que éstas. He aquí, soy Moroni; y si fuera posible, os daría a conocer todas las cosas.

13 He aquí, ceso de hablar concerniente a este pueblo. Soy hijo de Mormón y mi padre era adescendiente de Nefi.

14 Y soy el mismo que aesconde esta historia para los fines del Señor; mas las planchas en que se halla no tienen ningún valor, por causa del mandamiento del Señor. Porque él ciertamente dice que nadie las obtendrá bpara lucrar; mas la historia que contienen es de gran valor, y a aquel que la saque a luz, el Señor lo bendecirá.

15 Porque nadie puede tener el poder para sacarla a luz salvo que le sea dado de Dios; porque Dios dispone que se haga con la amira puesta únicamente en la gloria de Dios, o para el beneficio del antiguo y por tan largo tiempo dispersado pueblo del convenio del Señor.

16 Y bendito sea aaquel que saque esto a luz; porque se bsacará de las tinieblas a la luz, según la palabra de Dios; sí, será sacado de la tierra, y brillará de entre las tinieblas y llegará al conocimiento del pueblo; y se realizará por el poder de Dios.

17 Y si hay aerrores, son errores del hombre. Mas he aquí, no sabemos que haya errores; no obstante, Dios sabe todas las cosas; por tanto, cuídese aquel que bcondene, no sea que corra peligro del fuego del infierno.

18 Y el que diga: Mostradme o seréis heridos, cuídese, no sea que mande lo que el Señor ha prohibido.

19 Porque he aquí, el que precipitadamente ajuzgue, precipitadamente será también juzgado; pues según sus obras, será su paga; por tanto, aquel que hiera será, a su vez, herido del Señor.

20 He aquí lo que dicen las Escrituras: El hombre no herirá ni tampoco juzgará; porque el juicio es mío, dice el Señor, y la venganza es mía también, y yo pagaré.

21 Y el que respire iras y contiendas contra la obra del Señor, y contra el pueblo del convenio del Señor, que es la casa de Israel, y diga: Destruiremos la obra del Señor, y el Señor no se acordará del convenio que ha hecho con la casa de Israel, tal persona está en peligro de ser talada y arrojada al fuego;

22 porque los eternos adesignios del Señor han de seguir adelante, hasta que se cumplan todas sus promesas.

23 Escudriñad las profecías de aIsaías. He aquí, no puedo escribirlas. Sí, he aquí, os digo que aquellos santos que me han precedido, que han poseído esta tierra, bclamarán, sí, desde el polvo clamarán al Señor; y así como vive el Señor, se acordará del convenio que ha hecho con ellos.

24 Y él conoce sus aoraciones, que se hicieron a favor de sus hermanos. Y él conoce su fe, porque en su nombre pudieron mover bmontañas; y en su nombre pudieron hacer que temblara la tierra; y por el poder de su palabra hicieron que se derribaran las cprisiones; sí, ni aun el horno ardiente pudo dañarlos, ni las bestias salvajes, ni las serpientes venenosas, por motivo del poder de su palabra.

25 Y he aquí, sus aoraciones también fueron a favor de aquel a quien el Señor habría de conceder sacar a luz estas cosas.

26 Y no es menester que nadie diga que no saldrán, pues ciertamente saldrán, porque el Señor lo ha dicho; porque ade la tierra han de salir, por mano del Señor, y nadie puede impedirlo; y sucederá en una época en que se dirá que ya no existen los bmilagros; y será como si alguien hablase de centre los muertos.

27 Y sucederá en un día en que la asangre de los santos clamará al Señor, por motivo de las combinaciones bsecretas y las obras de obscuridad.

28 Sí, sucederá en un día en que se negará el poder de Dios; y las aiglesias se habrán corrompido y ensalzado en el orgullo de sus corazones; sí, en un día en que los directores y maestros de las iglesias se envanecerán con el orgullo de sus corazones, hasta el grado de envidiar a aquellos que pertenecen a sus iglesias.

29 Sí, sucederá en un día en que ase oirá de fuegos, y tempestades, y bvapores de humo en países extranjeros;

30 y también se oirá de aguerras, rumores de guerras y terremotos en diversos lugares.

31 Sí, sucederá en un día en que habrá grandes contaminaciones sobre la superficie de la tierra: habrá asesinatos, y robos, y mentiras, y engaños, y fornicaciones, y toda clase de abominaciones; cuando habrá muchos que dirán: Haz esto, o haz aquello, y no aimporta, porque en el postrer día el Señor bsostendrá al que tal hiciere. Pero ¡ay de tales, porque se hallan en la chiel de amargura y en los lazos de la iniquidad!

32 Sí, sucederá en un día en que se habrán establecido iglesias que dirán: Venid a mí, y por vuestro dinero seréis perdonados de vuestros pecados.

33 ¡Oh pueblo inicuo, y perverso, y obstinado! ¿Por qué os habéis establecido iglesias para obtener alucro? ¿Por qué habéis btergiversado la santa palabra de Dios, para traer la ccondenación sobre vuestras almas? He aquí, examinad las revelaciones de Dios; pues, he aquí, llegará el tiempo, en aquel día, en que se cumplirán todas estas cosas.

34 He aquí, el Señor me ha mostrado cosas grandes y maravillosas concernientes a lo que se realizará en breve, en ese día en que aparezcan estas cosas entre vosotros.

35 He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras.

36 Y sé que aandáis según el orgullo de vuestros corazones; y no hay sino unos pocos que no se benvanecen por el orgullo de sus corazones, al grado de vestir ropas csuntuosas, y de llegar a la envidia, las contiendas, la malicia y las persecuciones, y toda clase de iniquidades; y vuestras iglesias, sí, sin excepción, se han contaminado a causa del orgullo de vuestros corazones.

37 Porque he aquí, amáis el adinero, y vuestros bienes, y vuestros costosos vestidos, y el adorno de vuestras iglesias, más de lo que amáis a los pobres y los necesitados, los enfermos y los afligidos.

38 ¡Oh vosotros, corruptos, vosotros, hipócritas, vosotros, maestros, que os vendéis por lo que se corrompe! ¿Por qué habéis mancillado la santa iglesia de Dios? ¿Por qué os aavergonzáis de tomar sobre vosotros el nombre de Cristo? ¿Por qué no consideráis que es mayor el valor de una felicidad sin fin que esa bmiseria que jamás termina? ¿Es acaso por motivo de la calabanza del mundo?

39 ¿Por qué os adornáis con lo que no tiene vida, y sin embargo, permitís que el hambriento, y el necesitado, y el desnudo, y el enfermo, y el afligido pasen a vuestro lado, sin hacerles caso?

40 Sí, ¿por qué formáis vuestras abominaciones asecretas para obtener lucro, y dais lugar a que las viudas y también los huérfanos lloren ante el Señor, y también que la sangre de sus padres y sus maridos clame al Señor, desde el suelo, venganza sobre vuestra cabeza?

41 He aquí, la espada de la venganza se cierne sobre vosotros; y pronto viene el día en que él avengará la sangre de los santos en vosotros, porque no soportará más sus clamores.


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CAPÍTULO 9


Moroni llama al arrepentimiento a aquellos que no creen en Cristo—Él proclama a un Dios de milagros, que da revelaciones y derrama dones y señales sobre los fieles—Los milagros cesan por causa de la incredulidad—Las señales siguen a aquellos que creen—Se exhorta a los hombres a ser prudentes y guardar los mandamientos. Aproximadamente 401—421 d.C.

1 Y ahora hablo también concerniente a aquellos que no creen en Cristo.

2 He aquí, ¿creeréis en el día de vuestra visitación —he aquí, cuando venga el Señor, sí, ese agran día cuando la btierra se plegará como un rollo, y los elementos se cderretirán con ardiente calor, sí, ese gran día en que seréis llevados para comparecer ante el Cordero de Dios— diréis entonces que no hay Dios?

3 ¿Seguiréis entonces negando al Cristo, o podréis mirar al Cordero de Dios? ¿Suponéis que moraréis con él, estando conscientes de vuestra culpa? ¿Suponéis que podríais ser felices morando con ese santo Ser, mientras atormentara vuestras almas una sensación de culpa de haber siempre violado sus leyes?

4 He aquí, os digo que seríais más desdichados, morando en la presencia de un Dios santo y justo, con la conciencia de vuestra impureza ante él, que si vivierais con las almas acondenadas en el binfierno.

5 Porque he aquí, cuando se os haga ver vuestra adesnudez delante de Dios, y también la gloria de Dios y la santidad de Jesucristo, ello encenderá una llama de fuego inextinguible en vosotros.

6 aVolveos, pues, oh bincrédulos, volveos al Señor; clamad fervientemente al Padre en el nombre de Jesús, para que quizá se os halle sin mancha, cpuros, hermosos y blancos, en aquel grande y postrer día, habiendo sido purificados por la sangre del dCordero.

7 Y también os hablo a vosotros que anegáis las revelaciones de Dios y decís que ya han cesado, que no hay revelaciones, ni profecías, ni dones, ni sanidades, ni hablar en lenguas, ni la binterpretación de lenguas.

8 He aquí, os digo que aquel que niega estas cosas no conoce el aevangelio de Cristo; sí, no ha leído las Escrituras; y si las ha leído, no las bcomprende.

9 Pues, ¿no leemos que Dios es el amismo ayer, hoy y para siempre, y que en él no hay variación ni sombra de cambio?

10 Ahora bien, si os habéis imaginado a un dios que varía, y en quien hay sombra de cambio, entonces os habéis imaginado a un dios que no es un Dios de milagros.

11 Mas he aquí, yo os mostraré a un Dios de milagros, sí, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob; y es ese mismo aDios que creó los cielos y la tierra, y todas las cosas que hay en ellos.

12 He aquí, él creó a Adán, y por aAdán vino la bcaída del hombre. Y por causa de la caída del hombre, vino Jesucristo, sí, el Padre y el Hijo; y a causa de Jesucristo vino la credención del hombre.

13 Y a causa de la redención del hombre, que vino por Jesucristo, son llevados de vuelta a la presencia del Señor; sí, en esto son redimidos todos los hombres, porque la muerte de Cristo hace efectiva la aresurrección, la cual lleva a cabo una redención de un bsueño eterno, del cual todos los hombres despertarán, por el poder de Dios cuando suene la trompeta; y saldrán, pequeños así como grandes, y todos comparecerán ante su tribunal, redimidos y libres de esta cligadura eterna de la muerte, la cual es una muerte temporal.

14 Y entonces viene el ajuicio del Santo sobre ellos; y entonces viene el momento en que el que es bimpuro continuará siendo impuro; y el que es justo continuará siendo justo; el que es feliz permanecerá feliz y el que es infeliz será infeliz todavía.

15 Y ahora bien, a todos vosotros que os habéis imaginado a un dios que ano puede hacer milagros, quisiera preguntaros: ¿Han pasado ya todas estas cosas de que he hablado? ¿Ha llegado ya el fin? He aquí, os digo que no; y Dios no ha cesado de ser un Dios de milagros.

16 He aquí, ¿no son maravillosas a nuestros ojos las cosas que Dios ha hecho? Sí, y ¿quién puede comprender las maravillosas aobras de Dios?

17 ¿Quién dirá que no fue un milagro que por su apalabra existan los cielos y la tierra; que por el poder de su palabra el hombre haya sido bcreado del cpolvo de la tierra, y que por el poder de su palabra se hayan verificado milagros?

18 ¿Y quién dirá que Jesucristo no obró muchos grandes amilagros? Y hubo muchos grandes milagros que se efectuaron por mano de los apóstoles.

19 Y si entonces se hicieron amilagros, ¿por qué ha dejado Dios de ser un Dios de milagros, y sigue siendo todavía un Ser inmutable? Y he aquí, os digo que él no cambia; si así fuese, dejaría de ser Dios; y él no cesa de ser Dios, y es un Dios de milagros.

20 Y el motivo por el cual cesa de obrar amilagros entre los hijos de los hombres es porque ellos degeneran en la incredulidad, y se apartan de la vía recta, y desconocen al Dios en quien debían poner su bconfianza.

21 He aquí, os digo que quien crea en Cristo, sin dudar nada, acuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido; y esta promesa es para todos, aun hasta los extremos de la tierra.
22 Porque he aquí, así dijo Jesucristo, el Hijo de Dios, a sus discípulos que iban a permanecer, sí, y también a todos sus discípulos, a oídos de la multitud: aId por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura;

23 y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será acondenado;

24 y estas aseñales seguirán a los que crean: En mi nombre echarán fuera bdemonios; hablarán nuevas lenguas; alzarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no los dañará; pondrán sus cmanos sobre los enfermos, y ellos sanarán;

25 y a quien crea en mi nombre, sin dudar nada, yo le aconfirmaré todas mis palabras, aun hasta los extremos de la tierra.

26 Y ahora bien, he aquí, ¿quién puede resistir las obras del Señor? ¿aQuién puede negar sus palabras? ¿Quién se levantará contra la omnipotente fuerza del Señor? ¿Quién despreciará las obras del Señor? ¿Quién despreciará a los hijos de Cristo? Considerad, todos vosotros que sois bdespreciadores de las obras del Señor, porque os asombraréis y pereceréis.

27 Oh, no despreciéis, pues, ni os asombréis, antes bien, escuchad las palabras del Señor, y pedid al Padre, en el nombre de Jesús, cualquier cosa que necesitéis. No dudéis, mas sed creyentes; y empezad, como en los días antiguos, y aallegaos al Señor con todo vuestro bcorazón, y clabrad vuestra propia salvación con temor y temblor ante él.

28 Sed aprudentes en los días de vuestra probación; despojaos de toda impureza; no pidáis para dar satisfacción a vuestras bconcupiscencias, sino pedid con una resolución inquebrantable, para que no cedáis a ninguna tentación, sino que sirváis al verdadero Dios cviviente.

29 Cuidaos de ser bautizados aindignamente; cuidaos de tomar el sacramento de Cristo bindignamente, antes bien, mirad que hagáis todas las cosas cdignamente, y hacedlo en el nombre de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente; y si hacéis esto, y perseveráis hasta el fin, de ninguna manera seréis desechados.

30 He aquí, os hablo como si ahablara de entre los muertos; porque sé que tendréis mis palabras.

31 No me condenéis por mi aimperfección, ni a mi padre por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bien, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido.

32 Y he aquí, hemos escrito estos anales según nuestro conocimiento, en los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio areformado; y los hemos transmitido y alterado conforme a nuestra manera de hablar.

33 Y si nuestras planchas hubiesen sido suficientemente amplias, habríamos escrito en hebreo; pero también hemos alterado el hebreo; y si hubiésemos podido escribir en hebreo, he aquí, no habríais tenido ninguna imperfección en nuestros anales.

34 Pero el Señor sabe las cosas que hemos escrito, y también que ningún otro pueblo conoce nuestra lengua; y por motivo de que ningún otro pueblo conoce nuestra lengua, por lo tanto, él ha preparado los amedios para su interpretación.

35 Y se escriben estas cosas para que limpiemos nuestros vestidos de la sangre de nuestros hermanos, que han degenerado en la aincredulidad.

36 Y he aquí, estas cosas que hemos adeseado concernientes a nuestros hermanos, sí, aun su restauración al conocimiento de Cristo, están de acuerdo con las oraciones de todos los santos que han morado en la tierra.

37 Y el Señor Jesucristo les conceda que sean contestadas sus oraciones según su fe; y Dios el Padre se acuerde del convenio que ha hecho con la casa de Israel, y los bendiga para siempre, mediante la fe en el nombre de Jesucristo. Amén.